Los alumnos de la asignatura de Creación Literaria y algunos profesores participan cada semana en el reto de escritura «Relatos en Cadena» de la Cadena SER, que consiste en escribir un texto de 100 palabras con una frase inicial, que es la frase final del texto ganador de la semana anterior. De esta forma, se encadenan textos de lo más originales. Si os animáis, ¡podéis ir a la página web https://escueladeescritores.com/concursos/relatos-en-cadena/ y participar!
A continuación os compartimos algunos. Entre paréntesis la frase inicial en cada caso:
(Estamos en paz). Ya no te debo nada. Te he devuelto todo lo que te robé: los pendientes de tu bisabuela, el cuchillo jamonero de tu tío Paco, las braguitas burdeos que te pusiste el fin de año pasado y hasta la crema antiestrías que te ponías por la noche. Eso sí, hay algo que nunca te podré devolver, pues me costó demasiado robártelo. No me pidas que te devuelva el corazón.
– (Estamos en paz)
– No, no lo estamos, hoy me he cepillado los dientes con tu crema de las hemorroides
– ¡Jajaja! Porque tú primero pusiste laxante en mis cereales
– No fui yo, lo hiciste tú, ¡que lo vi con mis propios ojos!
– ¿Cómo iba a hacerme esto a mi mismo? ¡Si me he pasado dos días viviendo en el baño!
– Por qué eres tonto y los tontos hacen estas cosas raras.
– A qué no te devuelvo las pastillas…
– A qué rompo el espejo y desapareces…
(Estamos en paz), y una «S» final aparecieron escritas en pintalavios rojo en la luna delantera de un Renault Twingo.
(Jugando tras los cristales), así pasábamos las horas. Unos días dibujábamos el tres en raya en el vaho y otros intentábamos adivinar palabras. Al principio nos costó un poco. Como era nueva, se escondía tras las cortinas, pero a medida que el tiempo fue pasando, ya me sabía todas sus rutinas y ella las mías. A veces aprovechábamos el cristal para escribir nuestros pensamientos y otros simplemente nos mirábamos sin decir nada. Aunque unos cuantos metros nos separaban nos volvimos inseparables. Durante esa noche vi muchas personas corriendo por su habitación, entendí que una nueva compañera estaba por llegar.
(Su padre es un tal José Luis), siempre te acompañaba a la orilla del mar y te explicaba que cada ola que acariciaba la arena llevaba consigo miles de recuerdos. Cuando éramos pequeños, nos veíamos a escondidas en el patio de la escuela y jugábamos a casarnos. Luego estuve años sin verte, me pasaba los días llorando por tu incomprensible ausencia junto a la arena, donde rompían las olas, como me enseñaste tú. Cuando ya te había olvidado, me pareció verte desnuda caminando por la orilla pero a medida que te acercabas comprendí que no eras tú, era tu recuerdo. Me lo contaste todo. Ay, José Luis… ¿Cómo fuiste capaz de hacernos esto?